El viaje fue largo, para la tarde
del domingo ya estábamos ahí, frente a una vieja casona de ladrillos rojos, un
poco descuidada, con un tejado
incompleto con terminación en punta que simulaba una gran torre roja, el
vidrio de las ventanas estaba opaco como si nunca nadie hubiera vivido en esa
casa y como adorno perfecto un jardín seco frente a la fachada principal.
Mi madre toco a la puerta, hubo
un silencio y de pronto alguien del otro lado quito una hilera de seguros que
atrancaban la puerta—como si alguien quisiera entrar a robar a esa vieja casa—,
la puerta se abrió y era ella, una mujer anciana de aspecto amigable, portaba
un pantalón negro con unos zapatos sin tacón del mismo color, una blusa gris y
un suéter bordado rojo, traía el cabello perfectamente recogido que resaltaba
las líneas de su arrugado rostro; mi madre se veía un poco nerviosa, con voz un
poco temblorosa dijo “ella es tu abuela” la
anciana hizo una leve sonrisa y nos invitó a entrar.
Dentro era todo muy oscuro, frío
y muy espacioso, mi abuela encendió unos candelabros y se pudieron notar viejos
muebles y telarañas en algunas esquinas de la habitación principal, frente a mi
había unas escaleras grandes que conectaban con la parte superior de la casa;
la anciana avanzo hacia otra habitación sin decir nada, mi madre la siguió y
solo quedamos Katy y yo.
Lentamente inspeccione el
vestíbulo, tenía varios espejos colocados de manera extraña que reflejaban
partes estratégicas de la casa, mire por algunos de ellos, en algunos casos no
podía ver nada, pues la luz del candelabro no cubría esas partes, de pronto
observe por uno de ellos una extraña silueta que se movía, alargando lo que
parecía su mano hacia mí, gire buscando aquel espacio de la casa reflejado por
el espejo pero no había nada ahí, gire nuevamente y ahí estaba mi abuela
viéndome, me dijo que esta casa era muy vieja, una herencia de sus padres y me
tomo del hombro y me llevo hacia las escaleras.
En la parte superior se podía
apreciar un extenso pasillo el cual también tenía distintos espejos a lo largo
de él, el tapiz de la casa era negro, lo que confundía la pared y las puertas
sin la adecuada luz. Vi salir a mi madre de un cuarto y lo cerró con llave, se
acercó hacia mí y seguimos a la abuela, me llevaron a lo que sería mi
habitación por el resto del verano.
La habitación contaba con una
cama, un escritorio y un guardarropa, las cortinas—algo roídas por el tiempo—
cerradas, la abuela salió de la habitación
y nos dejó solo a los tres en ella, le confesé a mi mamá que la casa era
algo tenebrosa, ella me dijo: “solo es
una casa vieja y de hecho podrás dormir en lo que fue mi cama algún día”.
Sin dejarme decir nada más se despidió de mí alegando que debía atender otros
asuntos en su trabajo y que la abuela se encargaría de todo, parecía ansiosa
por salir del lugar, me miro y me sonrió tímidamente, me beso la mejilla, hizo
ronronear a mi gatita y salió de la habitación.
Abrí las cortinas y la vista no
era muy buena, los vidrios enmohecidos y opacos apenas dejaban ver la fachada
principal, pude distinguir a mi madre caminar al auto y limpiarse el rostro de
leves lágrimas— tal vez porque me extrañaría tanto como yo a ella—, antes de
subir volteo a donde me encontraba, la salude pero no me respondió, se limitó a
subir al auto y arrancar a toda velocidad.
Escrito por: Dr. Hell